sábado, 19 de mayo de 2007

Una agradable curiosidad: Brick


La semana pasada vi una película muy curiosa: Brick, de Rian Johnson. La historia que nos cuenta la película es de las más clásicas del cine negro, casi podríamos decir canónica. Podría haber sido escrita por Dashiel Hammett o por Raymond Chandler hace medio siglo. En ella encontramos el típico detective desencantado de la vida, roto por dentro, misántropo, pero más listo que el hambre, que se mete en una investigación y se obsesiona en ella más por el interés personal que por la recompensa. Tampoco falta la Femme Fatale(increible Nora Zehetner) , los clanes de mafiosos violentos y las cosas que asemejan ser lo que no son. Todo muy típico, tópico y conocido, pero hecho de una manera reverencial, respetuosa, agradable, clásico a más no poder.
Pero la novedad que plantea la película es el ambiente. No hablamos del San Francisco de los años 50 de los relatos de Hammett, si no que de una escuela de secundaria de alguna zona de Los Ángeles en los tiempos que corren. Y eso es lo realmente resaltable: el traslado de los archiconocidos arquetipos del género negro al instituto de una manera perfectamente identificable queda, cuando menos, curiosa. Como es obvio, al principio la cosa se ve rara, sensación que se ve reforzada por falta de adultos casi absoluta y esos espacios tan vacíos de gente, pero una vez aceptado el juego, la verdad es que es muy interesante.
A algunos puristas no les ha hecho gracia la broma. Lo consideran una chiquillería o un sencillo acto para llamar la atención. Además, desde su punto de vista ya contaminado, una película de ambiente estudiantil sin tetas, fluidos varios y chistes sobre pollas no es concebible. Para mí, es simplemente un ejercicio de manierismo. Una curiosidad. Para algunos, el Instituto es como una sociedad en pequeño. La película parece que lo demuestra.
Tengo que reconocer, llegado a este punto, que en realidad, la película no se desarrolla tanto en el instituto como en sus instalaciones y los lugares frecuentados por sus estudiantes en sus momentos de esparcimiento: los cines, los centros comerciales y los locales de fiesta. Todos fotografiados con una frialdad desarmante, estéril. Los personajes se mueven en un mundo deshumanizado e inclemente, alienado, compuesto de cemento, asfalto y metal. Solo hay una escena que rompe esta tónica. Es una conversación al atardecer en una playa estilo “Baywatch”, donde se resuelven bastantes incógnitas sobre la trama y donde hay un curioso diálogo sobre Tolkien. Es la única escena donde dominan los colores cálidos, aunque muy apagados por la puesta del sol californiano. También es la única donde hay un acercamiento e identificación real entre personajes, lo que lo hace una escena doblemente especial.
En esta película también es muy importante el sonido, ya que todos los personajes son bastante parcos en palabras, a pesar de lo cual, los dialogos están afiladísimos y son magníficos (es vital prestar atención para no perderse nada). De hecho, en la mejor escena de la película, una emocionante persecución, el sonido se antoja vital, en especial en la curiosa y novedosa resolución.
Me gusta mucho el protagonista, Brendan Frye (Joseph Gordon-Lewitt, un actor muy por delante del resto de su generación visto en la tele en “Cosas de Marcianos”), un metementodo que me recuerda mucho al detective de la Continental de Dashiell Hammett o a los protagonistas de los policíacos de los hermanos Coen. En otro contexto, vería al personaje con la cara del Gabriel Byrne de “Muerte entre las Flores”: Estoico, cínico, aparentemente insensible, aceptando la fatalidad como su sino y acostumbrado a nadar entre dos aguas. Pero también me gustan el personaje del informante, el típico nerd de gafas-pasta y culo de botella que parece que no se entera de nada y maneja como nadie el “Who’s who” y “Know how” del lugar, los mafiosos, hiphoperos de camiseta imperio, las Femme Fatales, niñas de papá caprichosas y pijas…o ese "The Pin" de Lucas Haas, verdadero remedo de mafisos siciliano estilo Corleone. Son personajes que están hechos de la pasta de los clásicos y dibujados con tiralíneas.
Debo concluir diciendo que se me hizo muy entretenida, agradable, lo que está muy bien en estos tiempos de películas de metrajes hipervitaminados.
Yo la recomiendo.

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