martes, 31 de enero de 2012

¡Feliz Cumpleaños!


Hoy hace 15 años que salió uno de los juegos que más trascendencia ha tenido en el mundo jugón, el Final Fantasy VII. ¡Feliz cumpleaños!.

Más allá de la tremenda importancia que tuvo para Sony y la implantación definitiva de la Playstation, su importancia radicaba en la presencia, por primera vez, de unos videos espectaculares, como las impresionantes invocaciones, asociados a una mecánica de juego dinámica, intuitiva y bastante novedosa por estos lares, no tanto en tierras niponas. Pero el secreto de su éxito radicaba en que, por fín, llegaba una gran narración al mundo de los videojuegos: épica y emocionante: brillante. Y con unos grandísimos personajes. Todos los que hemos jugado las aventuras de Cloud Strife en su momento aun nos acordamos de Barret, Cid o Vincent. Pero, sobre todo de uno de los personajes más carismáticos de la historia de los videojuegos: Sephirot.

FFVII nos ha aportado grandes momentos que han permanecido en nuestra memoria: las explosiones en los reactores, las vicisitudes de Genova o ese final tan épico. Pero, sobre todo, el destino de Aerith.

Una gozada que, lamentablemente, muchos jugones, los más jovenes, probablemente desconocen.

El Topo: El espía que vino del frío porque es puro hielo


Siempre me ha parecido paradójica la apariencia de limpieza, legalidad, pureza que tiene la sociedad (cualquier sociedad) sabiendo que, de alguna manera, depende en gran medida de algo tan sucio o moralmente dudoso como puede ser el espionaje, tanto interno como externo. Todo gobierno tiene y ha tenido sus cloacas y, por consiguiente, sus fontaneros. Y muchas veces, estos contaban con más poder real que el gobierno que se obtenía de las urnas. La constatación del poder de los servicios secretos para manipular, quitar y poner gobiernos, ya sean propios como ajenos, se nota a lo largo de la historia, sobre todo, en la del siglo XX. Lo que nos debería hacer pensar un poco es que esos mismos servicios secretos han demostrado, también con obediente obstinación, que muchas veces han sido bien poco profesionales, basando sus acciones en prejuicios, conjeturas o, directamente, la chapuza. Sabemos sobradamente que muchas acciones de la CIA en Sudamérica, con grandes (y dramáticas) consecuencias estaban basadas solamente en una fobia a todo lo que sonara a izquierda. Ya ni hablamos de comunismo. Pero no hay que irse  a los ´80 del siglo pasado para ver como clamorosos fallos de bulto han permitido catástrofes como la del 11S. Los informes publicados por Wikileaks el año pasado nos han dado pruebas oficiales y oficializadas de cómo trabajan sin una mínima seriedad, guiados por un sentido de la teoría y dedicados a estupideces y tareas vacuas más que a servir de refuerzo serio a la maquinaria del estado. Y nos estamos limitando al espionaje institucional, el del estado. No entramos en el industrial…
Siendo el propio oficio una paradoja, no es menos paradójica la representación que ha tenido el cine del oficio. Poco menos que lo ha idealizado. Más allá de James Bond, el agente secreto menos secreto del mundo, tenemos representaciones de todos los colores. Desde los desencantados agentes de “La Conversación” hasta a los hipertecnificados de “Enemigo Público” pasando por Jason Bourne. Pero, en general, se transmite la idea de que están un poco en los aledaños de la sociedad, la legalidad y que tienen algo así como una patente de corso para hacer lo que crean conveniente para “salvaguardar” al país. A su respectivo país, ya que la desconfianza, incluso entre aliados es la norma.
La película que nos ocupa hoy, “El topo”, es una adaptación de la novela “Tinker, Tailor, Soldier, Spy” de John Le Carré de 1974. Una operación fallida en Turquía hace que la cabeza del MI6 (el servicio secreto de Gran Bretaña), Control (John Hurt), deba de presentar su renuncia. Con él, dimite y pasa al retiro su mano derecha, George Smiley (Gary Oldman). Control se llevó a la tumba la teoría de que la operación había fracasado porque en la cúpula del servicio había un topo de los comunistas. Nadie parece creerle hasta que un agente de campo, Ricki Tarr (Tom Hardy) afirma que tiene datos que pueden confirmar este particular. La mera sospecha lleva al Ministro a encargar a Smiley que confirme este particular y, de ser así, se encargue de localizar y neutralizar al topo. Para ello, contará con la inestimable ayuda de Peter Guillam (Benedicth Cumberbatch). Juntos, sin poder confiar en nadie y sabiendo que también son sospechosos, tendrán que afrontar su misión y las acciones de Karla, su antagonista soviético.
Tengo que reconocer que me cuesta comentar esta película. Reconozco desde un punto intelectual que es muy buena. Pero su total frialdad me ha dejado fuera de su propuesta. Sin necesidad de ponerse orteguiano en este blog, tal vez sean las circunstancias en las que la vi, mi estado de ánimo o el momento vital que estaba pasando. Porque lo que más destaca de la película es la total frialdad que transmite. Empezando por los protagonistas, seres  más bien pasivos, que se limitan a observar y a tender su telaraña cuidadosamente a lo largo del metraje. Un metraje que es muy monocorde en su ánimo, en su ritmo. Tomas Alfredson huye de cualquier efectismo o climax. Salvo, tal vez el anticlimax. De hecho, el punto más emocionante, si se puede considerar así, ocurre a mitad del metraje, con Guillam intentando distraer una libreta esencia para la investigación. Estos personajes tan fríos, parcos, se mueven en un entorno funcional, triste, de apartamentos entelados con paramecios y fríos pasillos bajo la triste luz británica. Es indudable que esto es lo que se buscaba. Es la marca de la casa, de Alfredson y va con lo allí narrado.
Pero mientras que en la anterior película de este director, la excelente “Déjeme entrar”, se notaba que debajo de la frialdad, de los parajes nevados y las pocas palabras, latía un corazón, bullían los sentimientos, aquí no. En la película de los vampiros suecos sabías, notabas que en cualquier momento iba a desencadenarse algo dramático y violento (como así sucede). Pero en este caso, yo no lo he notado. Me ha parecido una película robótica en un entorno estéril. Como esas películas futuristas desencantadas, “Solaris”, por ejemplo. Pero circa 1970 en vez del futuro. A mí, personalmente, me ha echado de la película.  Si hasta el topo, una vez capturado se limita a justificarse diciendo que lo había hecho por una cuestión estética: “occidente se estaba volviendo muy feo”. Comentario más anticlimático es difícil de imaginar.
Con esto no estoy negando ninguna de las virtudes de la película. Técnica y artísticamente es excelente. Destaca la excelente actuación de Gary Oldman, así como la música de Alberto Iglesias, recompensada con una nominación a los Oscar. Pero qué queréis que os diga. Esa perfección técnica y artística solo consigue potenciar esa carencia de empatía que he sentido con esta película.
Siento decir que, para mí, eso marca la película y la define. De todos modos, la volveré a ver y es posible que mi opinión cambie, ya que soy el único que parece que ha tenido esta sensación. Por ello, he estado planteándome la licitud de poner escribir este post. Pero me ha parecido adecuado. Tiro una piedra y a ver si las ondas que genera en el estanque nos aportan algo interesante.

lunes, 30 de enero de 2012

The Artist: Una maravilla fuera del tiempo



Quienes me leéis con cierta asiduidad sabéis que creo que el hombre es un ser nostálgico por naturaleza. Ya sabéis que cualquier tiempo pasado fue mejor, pues el pasado, por el hecho de haber pasado, se nos antoja un terreno seguro. No existe esa cuota de incertidumbre que rodea el simple hecho de estar vivo, y que desagrada a mucha gente. Conocemos las consecuencias de los hechos que vivimos. Y eso, sin contar con la destilación/selección de los recuerdos que se efectúa, muchas veces, de forma inconsciente. De esa nostalgia, nacen fenómenos como las tiendas de memorabilia, cadenas musicales que solo programan oldies o esos programas de TVE en los que se saquean, muchas veces sin pudor, los archivos históricos de la cadena pública. Por no hablar de fenómenos como “Cuéntame” o “ Promoción del 73”. Este tipo de producto no deja de ser un exploit de esta nostalgia para vendernos un producto. Hay pocos productos culturales que realmente apelen a nuestra memoria, al pasado, para aportarnos algo nuevo con mimbres viejos. Si lo pensamos bien, este es un mundo en el que todo es cíclico: nada se crea ni se destruye, como la energía, siempre vuelve adoptando una idiosincrasia particular. El problema, al menos en el arte (donde incluyo a la moda), es cuando se utiliza esta tendencia revival con intención meramente consumista. Ya he hablado un poco sobre el particular el año pasado en mi post sobre “Super 8”, así que creo que poco me queda redundar en este particular.

Paralelamente a las ideas planteadas en anterior párrafo, debemos reconocer que, si existe un arte dispuesto a reinventarse una y mil veces, ese es el cine. Un arte que, además, tiene una fecha de caducidad relativamente corta: las películas se ven enseguida demodé. Esto se debe a que es un arte joven, que aun está desarrollándose, y a que depende mucho de la evolución de la tecnología, que como todos sabemos, está desatada. Pero esto se agrava cuando el atractivo y/o interés del film se basa solo en esta tecnología y, detrás de esos bonitos efectos especiales, bellos planos y todavía más bellos actores, solo hay la más absoluta nada. Quien me siga en esta página, sabrá que soy un firme defensor de que el cine, como todo arte narrativo, debe de basarse en una sólida estructura dramática, narrativa, con todo lo que ello conlleva: desarrollo de personajes, desarrollo de situaciones/conflictos.... No voy a entrar en detalle en la razón de remakes, revisitaciones, restauraciones, etc. que constantemente nos invaden. Pero debo decir que, en parte, la razón está en lo que acabo de exponer.

En definitiva, sin renegar de los avances de la técnica, en la evolución de la narrativa, la actuación y el armazón dramático del cine, debo de reiterar que la esencia del cine está en la narración. Si tienes una buena narración, ya tienes hecho gran parte del viaje. La película que hoy analizamos es un ejemplo de ello. No se puede negar que hacer una película en blanco y negro y muda en los tiempos que corren, de imágenes en 3D, sonido rumble-rumble y formatos panorámicos es un atrevimiento. Pero es que tiene lo esencial para hacer la película, aquello que falta en la mayoría de las películas: una idea, una historia, ganas de hacerlo bien y, lo que es más importante: arte.

Todo lo que se pueda decir de “The Artist” es bueno. He leído por ahí críticas negativas sobre la película. En el colmo de la desfachatez, ciertos críticos se atreven a comparar la película con aquello de “debería de haber sido”. Es una actitud tan pedante, arrogante y snob que huelga decir nada más. Hay que ser idiota para comparar una película de la segunda década del siglo XXI con una de la tercera del XX. Casi un siglo de diferencia os contempla. Me parece una estupidez supina. Porque “The artist” es una película del siglo XXI hecha a imitación de las películas hace un siglo. Pero sin olvidar ni obviar ese siglo de evolución. Lo contrario sería limitarse a hacer un ejercicio de puro manierismo, sin más interés.

No, “The Artist” es un ejercicio de nostalgia, de destilación del recuerdo, de horas de parpadeantes películas en acetato de celulosa pasados por el filtro de los años, esos que nos permiten distinguir el polvo de la paja y quedarnos con lo esencial, lo vital, y rechazar todo aquello que no funciona o que puede llevar al traste al conjunto. Es una película que sería irrealizable en los 20 del siglo pasado, no solo por cuestiones técnicas (que también) si no por meras cuestiones artísticas. Y lo mejor de todo, al menos para mí, es que no lo parece. Es tan factible y creíble como película al estilo '20, que engaña. Al menos, ha engañado a esos sesudos juntaletras que no saben ver más allá de su pedante nariz.

Lo que más destaca es la solidez de la propuesta. Es un producto muy trabajado, con un guión maravilloso, lleno de detalles, sin cabos sueltos, perfectamente controlado y cerrado. Es excepcional encontrar un guión tan redondo, tan conseguido y lleno de aciertos, muchos heredados de los clásicos. Lo que viene a redundar en mi idea de que lo importante, al final es la narración: unos diálogos brillantes no constituyen de por sí un buen guión ni pueden ocultar los defectos de forma y fondo. Podría argumentarse como defecto que la historia es ya conocida, un poco tópica. Cierto, pero no por ello es menos emocionante. Y, el hecho de que sea conocida permite un acercamiento y una identificación especial con la misma al operar en el área de seguridad del espectador, donde es francamente complicado operar con éxito, lo que constituye otro éxito de la película.

Este magnífico guión se complementa con una puesta en escena extraordinaria. Es evidente que esta es una película personal de Michel Hazanavicius, guionista y director. Su dirección es extraordinaria, siempre al servicio de la historia y teniendo en cuanta (pero no siendo limitada por) el modo de hacer de los años 20. Me refiero a que algunas soluciones técnicas usadas no eran viables hace un siglo, pero Hazanavicius no rechaza a hacerlas, si bien es tan elegante y fino en su ejecución pasan desapercibidas.

Sin abandonar la cuestión de la puesta en escena, se nos hace esencial hablar de la estupenda fotografía en blanco y negro de Guillaume Schiffman. El blanco y negro presenta una serie de problemas de volumen y de distancia de foco que no aparecen en la fotografía en color. No todos los fotógrafos cuentan con la habilidad y experiencia para poder trabajar con él. No es el caso de Schiffman, que logra grandes y estupendos contrates, tanto en escenas bien iluminadas (exteriores o salones) como en zonas en penumbra, logrando por momentos texturas que recuerdan a “Sed de mal” o “Ciudadano Kane”.

También me parece importante destacar la pericia demostrada al aportarnos cantidad de información extra mediante detalles aparentemente insignificantes que aparecen en pantalla: una estatua concreta, un anuncio en un periódico, una solución narrativa...Otrora no era algo tan raro, pero últimamente, se tiende a no saber utilizar el metalenguaje en el cine. O simplemente no existe (como en la mayor parte del cine mass media americano) o es tan complejo y críptico que pierde su función, como en ese cine llamado de arte y ensayo, practicado ahora por los “autores”. En este aspecto, Hazanavicius me parece más autor que muchos de estos en tanto y cuanto es consciente de que un autor se debe a su público, sin renunciar a su arte.

Por supuesto, la música es esencial. Ludovic Bource logra una gran banda sonora con múltiples matices que remite a varios autores clásicos. Se permite, incluso, utilizar fragmentos de clásicos, como Bernard Hermann, en determinados momentos con gran fortuna. Es importante citar que esta banda sonora es casi ubicua a lo largo de la película. Normal. Como experimento, una película muda está bien. Pero el silencio total hubiera dado horror vacui a un espectador de este 2012, rodeado de ruido casi las 24 horas del día. Paradójicamente, en este caso, el hecho de que los proyectores de cine sean tan silenciosos juega en contra de la película, ya que el familiar sonido mecánico hubiera podido vestir alguna escena.

No me gustaría acabar sin destacar la estupenda actuación de los actores, todo excepcionales. Jean Dujardin compone un excelente galán al estilo Douglas Fairbanks. El magnetismo y carisma que destila en los primeros compases de la película es simplemente asombroso, incluso siendo conscientes de como Hazanavicius lo mima con la cámara y Schiffman con la luz. Esa sonrisa de medio lado, ese ladeo de las cejas, valen un Oscar. Exactamente lo mismo pasa con Bérénice Bejo: toda una estrella desde que aparece en pantalla, un agujero negro que amenaza con absorberlo todo a su rededor de puro carisma y saber estar. Las escenas que comparte con Dujardin son pura dinamita, saltan chispas. En todas ellas se respira el cine más puro, sobre todo, en las de baile. Excepcionales, más allá de la técnica, por cuantísimo transmiten. Y qué decir de John Goodman o James Cromwell, actores de solvencia comprobada que aportan su saber estar y sapiencia en las escenas clave.

En definitiva, que me ha gustado muchísimo. La he encontrado excepcional. Por supuesto, le he encontrado peros o cosas mejorables. Pero considero que son ínfimos en comparación con los aciertos, quedan diluidos y su importancia es insustancial.

Está nominada a 10 Oscars. Debería de llevarse varios de estos. Me decepcionaría mucho que pasara lo contrario. Y más, viendo la competencia.

No es recomendable. Es un “must see”. Ya lo sabéis.

Pd. Y no he hablado del perro...




Game of thrones season 2 Trailer 1

Pues después del teaser que lleva circulando por loa red un tiempo, por fin llega el trailer de la segunda temporada de esta estupenda serie. Disfrutad:

lunes, 16 de enero de 2012

Cumpleaños

El Viernes, este blog ha estado de cumpleaños. 5 añitos ya acompañándonos. Espero que os esté gustando lo que en él pongo. Soplemos las velas para que podamos seguir con él mucho tiempo y que sea mejor año tras año.
A todos mis seguidores,gracias por seguirme. Habladles a vuestra familia y amigos de este blog. 

Y si no me sigues ¡¡¡¿qué haces leyendo esto????!!!

Créditos de "Millenium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres"

Más allá de que sea o no procedente la realización de un remake de una película y/o un libro menos de 10 años después de la original, os dejo aquí la alabada intro de la versión yankee de la primera de las películas que, algún día, configurará la trilogía Millenium. Espectacular es, no lo niego. Digna de Fincher. Y la versión de "Immigrant Song" de Led Zeppelin no está mal. Ahora bien, no sé hasta que punto cuadra con el espíritu original de la obra, donde "el mal" es sutil y soterrado. No sé hasta que punto va en contra de la idea de que todos tenemos una semilla de mal en nuestro interior que puede, si se da el caso, pudrir nuestro espíritu.

Aun no he visto esta versión. Dicen que mola. Cuando la vea, y si creo que tengo algo que decir, tendréis noticias mías aquí.

Enjoy!



sábado, 14 de enero de 2012

Sherlock Holmes: Juego de Sombras. Nunca mejor dicho.


Creo que no digo ninguna tontería al afirmar que el supremo juez de la calidad de las cosas es el tiempo. Muchas veces, el oropel y el brillo, la novedad, puede nublar nuestros sentidos, alterar nuestro buen juicio y hacernos caer en un error de criterio. ¡Cuantas veces nos pasa con la tecnología, en este mundo tan hipertecnificado!. También pasa en la cultura. De repente, se pone algo de moda, un libro y parece que casi es obligatorio leerlo. Solo será con el tiempo cuando puedas colocar ese libro en su correcto contexto. Por supuesto, en el cine es moneda habitual. De hecho, parte del negocio de Hollywood se basa en esto. Pero me gustaría saber que se opinará dentro de... ¿20 años? de la película más taquillera a nivel global de 2011: “Amanecer Parte 1.” ¿Podrá resistir la prueba del tiempo? ¿Recordará la gente a Edward Cullen, Bella y los demás? Y si lo hace,¿qué recuerdo guardarán?

Sherlock Holmes y su mundo son de los que han superado de sobra la prueba del tiempo. Y han demostrado ser lo suficientemente versátiles como para haber resistido también múltiples y variada versiones y reencarnaciones, tanto en novelas y/o cuentos, su formato original, como cine, cómics y otros más originales. En mi opinión, es una palpable demostración de su calidad intrínseca. De hecho, en los últimos tiempos, estamos siendo testigos de dos de las más atrevidas “adaptaciones” del personaje y sus andanzas. Ambas son diametralmente opuestas, pero en cierta medida, son válidas. Y en ambos casos, el personaje resiste la prueba. Me refiero a la serie de la BBC “Sherlock”, que lo ha traído a la actualidad, y las películas-espectáculo de Guy Ritchie de la que hoy nos toca comentar la segunda.

Cuando hace unos años se estrenó la primera película del ex-marido de Madonna protagonizada por el detective del 221b de Baker Street, muchos puristas pusieron el grito en el cielo, clamando por el atrevimiento de haber hecho de “su detective” un tipo cínico, saltarín y algo “actioner”. Sin embargo, en mi opinión, si bien es discutible la fidelidad en la forma, no se podía negar que el fondo era muy fiel al original. En mi humilde opinión, se había cometido una operación de reinterpretación y actualización del personaje. Si bien, en aquella ocasión, para mí, era más formal y estilística (en el sentido amplio del concepto de estilo). Es decir, en mi opinión, Ritchie y co. habían alterado el ritmo y potenciado el espectáculo con el fin de reforzar el mito y los personajes, que permanecen más o menos inalterados. Esto es lícito, se lleva haciendo desde el periodo clásico, mientras que se sea fiel a “la idea”, al concepto subyacente, lo que Aristóteles llamaba la “diánoia”.

A pesar de saltar, pelear y ser algo más simpático que en los libros, Sherlock era Sherlock y la película narraba una historia de investigación que se resolvía gracias al ingenio, la perspicacia y las artes del detective. Y el núcleo de la historia, de la película, estaba ahí: las piezas encajaban y tenían una funcionalidad. Era un relato (algo ligero, es verdad) de Sherlock Holmes. La gente que se quedó en las peleas y los brincos y por ello bramaba “traición” no se estaba dando cuenta de que detrás de anodinas frases de los relatos, del estilo de “Sherlock y yo los abatimos a puñetazos” hay peleas...

Pero héteme aquí que sale esta segunda parte. Y prima el espectáculo y el ritmo, sacrificando, por ello, la diánoia. Lo que los puristas habían criticado de la 1ª parte fue lo que más gustó a cierto sector del público, que por razones que aun no me explico, se ha elegido como público objetivo de la industria del cine mainstream (así les va...) y por ello, lo han potenciado sacrificando el resto. Pues bueno.

Es decir, donde en la primera había una trama bien hilada, argumentada y secuenciada que guiaba las movidas aventuras de Sherlock y Watson, aquí es solo una excusa para introducir una serie de set-pieces débilmente hiladas donde los personajes y la historia se diluyen en aras del más vulgar y vacío espectáculo. Solo se puede calificar como una película con un guión torpe: El planteamiento es esquemático, el desarrollo, tanto de personajes como de hechos y/o acciones, es errático y su estructura, débil, infantil y terriblemente tosca. Es un guión que está claramente muy poco trabajado. Se le notan todas las costuras. Y esto es mortal para un personaje como Sherlock Holmes, que juega en la liga de las historias potentes, llenas de contenido y milimétricamente estudiadas y medidas. Es lo que pide el personaje y su entorno. Esto se convierte en un lastre que acaba con toda posible pretensión de la película.

Podría poner muchos ejemplos de lo que he citado en el párrafo anterior, pero me estaría metiendo en el terreno del Spoiler y ya sabéis que me lo he prohibido, salvo excepciones que se anuncian bien claramente. Así que solo voy a citar lo absurdo del personaje de Madame Simza (Noomi Rapace), su historia y la de su hermano. No tiene sentido, trascendencia ni, en el fondo importancia, a pesar de que, en bastantes ocasiones, funciona de McGuffin o motor de la historia. Sin mencionar lo ridículo de algunas situaciones, como el baile en Reichenbach... en fin.

A nivel técnico y artístico, la película es excelente. Como no, técnica sobra. Ritchie es un tipo curtido y con buenas ideas, además de un director interesante. Pero ni los efectos especiales ni la fotografía o los bonitos decorados y ropajes pueden ocultar que es una película vacía e indigna.

Ni tampoco el buen hacer de Jared Harris, que compone un James Moriarty bien interesante y más que desaprovechado. Harris destaca entre todos los actores de la película, si bien todos intentan defender a sus personajes, aunque la mayoría son demasiado epidérmicos como para poder hace demasiado con ellos. Esto incluye a un Robert Downey Jr., más cerca de Tony Stark que de Sherlock. Lástima.

Creo que me queda poco por decir. Es entretenida, está bien hecha, pero es un cascarón vacío sin interés. Y no debería de haber sido eso. No le estoy pidiendo imposibles, pero sí que sea lo que se supone que debe de ser: un caso de Sherlock Holmes.

Tal vez en la próxima.

viernes, 6 de enero de 2012

"Drive": Una historia de Violencia"


Dice la canción que la vida te da sorpresas y sorpresas te da la vida. Cuando ya dábamos el año 2011 como finiquitado en cuestión de cine, resulta que, a las calladas, sin grandes alardes, sin publicidad millonaria ni el despliegue made in Hollywood habitual, nos llega la que, probablemente es una de las mejores películas de la temporada: Drive. Así da gusto terminar un año: dejando lo mejor para el final. 

Drive trata sobre un taciturno y reservado individuo innominado de unos treinta años(Ryan Gosling). Dedica su día a su pluriempleo: mecánico, especialista de cine en un desangelado e inhumano Hollywood de día y “Driver”(conductor de fugas) por las noches. No sabemos nada de él. Apenas habla. Apenas deja transmitir sentimientos. Vive en un mundo miserable, puerco,lleno de malotes y mafiosos de medio pelo, con sedes en pizzerías cutres y garajes. En un mundo de paredes enteladas con motivos florales y muebles de formica. Un mundo al que permanece ajeno: él no se implica. Hasta que conoce a su vecina Irene (Carey Mulligan), se enamora de ella y se encariña de su hijo. Entonces, su vida se enriquece. Y hasta puede sonreír. Parece que las cosas le van a ir mejor. Pero un día, el marido de Irene, Standard (Oscar Isaac) sale de la carcel. Nuestro conductor decide retirarse elegantemente. Pero la cosa no es tan fácil, Standard debe mucho dinero y la vida de Irene corre riesgo. Así que, en un acto de galantería, Driver decide ayudar a Standard a conseguir el dinero y así, indirectamente, ayudar a su inalcanzable amada. 

El principal problema de la película, prácticamente el único, es que la historia no es nada novedosa y hasta es predecible. Pero los artífices de la misma han logrado que estos defectos jueguen a favor. El fatalismo, la mala leche que respira y la evidente inevitabilidad de los hechos hacen que una película que es principalmente morosa, silenciosa y contemplativa respire tensión y urgencia en todo momento. Es difícil encontrar una película donde tanta economía cinematográfica y dramatúrgica transmita tantas cosas. Es un prodigio de narración. Austera y sobria, donde las cosas se sugieren antes que se dicen, donde el “parece” es mucho más que el “es”. Una narración clara, sencilla y, sin embargo, muy adulta e inteligente. Esto se logra gracias, principalmente, a un director (Nicolas Winding Renf) bendecido por el Dios del Cine que coge todas las virtudes del cine nórdico en el que se ha criado y ninguno de sus defectos para destilar la historia y eliminar todo lo superfluo e innecesario en un ejercicio de extraordinario minimalismo. Todo apoyado en una fotografía excelente (especialmente, en las escenas nocturnas) que recuerda al mejor Michael Mann. El guión también es un prodigio de contención, si bien, se ve que en este caso, el gran salto de calidad se da en su puesta en escena. 

Pero esto no se podría haber hecho sin el concursos de unos actores en estado de gracia. Gosling y Mulligan hablan con los ojos. El Driver de Gosling es un tipo pasivo, soso y algo torpe en sus relaciones sociales, como tímido. Pero detrás se ve clarísimamente a la bestia, que más vale no despertar. Mulligan logra que sepamos en todo momento qué pasa por la cabeza de Irene sin abrir la boca. Hacía mucho tiempo que no veía a un actor decir “te quiero” de una manera tan nítida, cándida y...silenciosa. Pero no debemos de olvidarnos del excelente Bryan Craston, lejos del Heisemberg de “Breaking Bad” o a una breve pero excelente Christina Hendricks en las antípodas de la Joannie Holloway de “Mad Men” 

No me voy a extender demasiado más. Creo que, como comentario ya llega. Hablar más sobre ella sería contraproducente. Solo me gustaría mencionar tres cosas. La primera es que viendo este tipo de películas te das cuenta de que el cine es una experiencia erótica, de eros: sentidos. Sensual. Normalmente, en el cine, se premia a la vista con alucinantes efectos especiales, planos rococó o manieristas en extremo. Huelga poner ejemplos. Pero, como bien dicen los sexólogos, el más importante de los sentidos está ubicado en el cerebro. De ese sentido normalmente nos olvidamos. Y es el que más placer nos da. 

La segunda de las cosas a comentar, viene a razón de que me he dado cuenta de que las películas que realmente nos gustan son aquellas que se ven libres de las limitaciones estructurales y dramatúrgicas impuestas. Tarantino, Nolan, Welles... todos los grandes directores/escritores han hecho sus grandes obras cuando trascendían la estructura en tres actos, el desarrollo de los personajes y la temible política de las 30 hojas (ahora ya 10...a donde vamos a parar) que reina en Hollywood y, por tanto, en el grueso del cine comercial. Drive logra esto clarísimamente. Con esto no quiero decir que esté a favor de liberarse de unas supuestas ataduras formales. El Dogma iba, entre otras cosas, sobre esto, y no me gustaba. Solo reconozco que existen dichas ataduras y opino que las obras que realmente merecen la pena las trascienden. Aunque reconozco que hay que ser muy muy bueno para poder hacerlo con éxito. 

Por último, me llama mucho la razón el hecho de que últimamente, salvo excepciones, los escritores y directores que realmente están dando la campanada y aportan calidad real en Hollywood vuelven a ser Europeos, como en la época dorada. ¿Significa esto algo? Es una pregunta que dejo ahí, en el aire. 

La película, por si quedaban dudas, me ha encantado.