lunes, 9 de marzo de 2009

The Watchmen: Quis custodiet ipsos custodes?*


*Sátiras,VI,347-Juvenal

Tal vez sea un poco pedante comenzar el presente artículo citando a Juvenal, el autor de la frase que titula este artículo. También lo será citar a Aristóteles. Pero el caso es que estos autores clásicos me vienen de perlas para introducir los conceptos sobre los que quiero, con la venia de mis lectores, empezar a hablar. Aristóteles comentó que la gran virtud de los hombres debe de ser la templanza, el equilibrio entre los extremos. La diferencia entre cobardía, valentía y temeridad es muy sutil. A la hora de adaptar “The Watchmen”, este equilibrio se pone a prueba.

Porque, realizar esta adaptación es, a todas luces, un acto de temeridad. Publicada en 12 números durante el año 1986, premio Hugo, éxito de ventas y una de las 100 mejores novelas en lengua inglesa del siglo XX (a pesar de ser “novela gráfica”) según “The Times”, “The Watchmen” es un tratado cuasi filosófico sobre la identidad, el heroísmo, el miedo, la política y, en definitiva, todo lo que nos hace humanos. Alan Moore y Dave Gibbons nos introducen un concepto casi en cada página, configurando un complejo y poliédrico opus de extraña coherencia interna y devastadoras conclusiones, donde imperaba el nihilismo y el desencanto: ¿Es la justicia buena por definición?¿Solo los actos positivos pueden ser considerados como “buenos”?,¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por un bien superior?¿Quién tiene que tomar la decisión sobre ese sacrificio?¿Quien vigila a nuestros vigilantes?.

La extrema complejidad ideológica, conceptual, estructural y artística del cómic, unida a un extremo celo por la pureza del producto por parte de los fans, hacía la adaptación prácticamente un imposible. Por eso, solo se ha podido realizar más de 20 años después de su publicación y tras un enorme esfuerzo económico y, sobre todo, artístico. Snyder ha triunfado allí donde Terry Gilliam o Darren Aronofsky han fracasado, gracias, en primer lugar, a un férreo guión de David Hayter (el Solid Snake de Metal Gear Solid) y Alex Tze que depura la extrema complejidad del original limando en el paso alguna de sus aristas y en segundo lugar a su extraordinaria capacidad visionaria. Es complicado saber ver más allá de las páginas de un cómic para parir un producto de estas características, tan antiguo y rabiosamente actual a la vez.

Uno de los principales escollos con los que se han tenido que enfrentar, es que el cine y el cómic son medios muy diferentes, con muy diferente gramática. Desgraciadamente, “The Watchmen” es un cómic de superhéroes que deconstruye los cómics de superhéroes como Ferran Adriá deconstruye la tortilla. Tal vez, la intención de los autores fuera acabar con el género. O, al menos, con el manierismo y la autocomplacencia en la que se había instalado. Es obvio que no han acabado con el género, pero lo segundo sí que lo han logrado: cosas como “Hellboy”, “El caballero Oscuro” o el “Ironman” cinematográfico no serían posibles sin “The Watchmen”. El caso es que para “deconstruir” el cómic, Moore y Gibbons utilizaron todos los recursos del género hasta el extremo, forzaron esa gramática: Bajo su aparente ortodoxia, radicaba una extrema heterodoxia que alteraría la narrativa gráfica y los medios icónicos de masas: La manera de contar las cosas también te estaba contando cosas. Toda esta información “extra”, y que deviene en fundamental por ingente, se perdería en cualquier adaptación al uso. Por eso, si ya normalmente el cambio de medio, la “traducción”, es un problema (como mencionamos en la crítica a “The Spirit”), aquí el problema era todavía mayor.

Y es aquí donde radica la gran virtud y el gran problema de la película: se ha tenido que encontrar un termino medio entre las dos gramáticas: La pantalla de cine es movimiento y la viñeta estatismo, con lo que el término medio es el llamado “bullet time” o alteración del tempo. En sus primeras utilizaciones cinematográficas, sin renegar de su valor comunicativo, su principal función era epatar al espectador (vease “The Matrix”, de donde este efecto ha tomado el nombre). En películas como esta de los vigilantes o “300”, también de Snyder, el efecto toma una novedosa función narrativa esencial con valor metalinguistico. Si bien este no es un invento actual; el animé japonés lleva décadas haciéndolo en una herencia directa del teatro clásico del país, el Kabuki, la alteración del tempo narrativo está alcanzando en los últimos tiempos una funcionalidad que merece tomar en consideración por lo que tiene no tanto de novedoso como de útil como medio de expresión: Es “leer” la imagen antes que verla. En la película hay cientos de ejemplos de esto que comento, si bien, alcanza su máximo en los excelentes títulos de crédito, donde se mezcla en pantalla la animación fotográfica más clásica, el bullet time y la acción en tiempo real para introducirnos en el ucrónico y distópico (dicho en román paladino: alternativo y chungo) año 1985 de la película al ritmo del “Time, they a’changing” de Bob Dylan. Más ejercicio de metalenguaje. Paradójicamente, siendo esta una película extremadamente fiel a su origen, este momento, uno de los mejores, es original.

Y aquí es donde radica el problema: esta es una película, no un cómic en imágenes. El ritmo narrativo es distinto, mucho más lento y reflexivo en el cómic, así como los focos de interés es la narración frente a los hechos, lo que puede lastrar su versión fílmica si la adaptación es demasiado puntillosa . Yo creo que esto se evita porque el alubión de información de interés es constante y porque han efectuado un sabio cambio en la estructura narrativa de la historia (centran los flashbacks en el funeral de Edward Blake, en un ejercicio similar a la escena del centro comercial de “Jackie Brown” de Tarantino como complemento a la citada y alabada intro). Pero aun así hay que pagar un peaje. Y este es que las escasas escenas de acción son extremadamente violentas y, sobre todo, gore, funcionado como subrayado contrapunto al resto de la historia. Esto, en mi opinión, hace que se pierda uno de los ejes que fundamenta toda la narración. En el original, frente a la violencia fascista de El Comediante, la psicópata de Roschach y la inhumana e indolente del Dr. Manhattan, estaba la compasiva y poco letal de Búho Nocturno y Espectro de Seda. En la película, a pesar de que en palabras estos últimos defiendan la mesura en el uso de la violencia (la templanza aristotélica que citaba), con la mascara, todos los “Watchmen” resultan ser unos matones ultraviolentos a los que les encanta repartir estopa. Esto diluye las diferencias entre ellos y su manera de actuar, como ya hemos dicho, importante tema de la historia. Por supuesto, esta ultraviolencia convierte la Justicia de los “Watchmen” en un mero acto de vendetta, además de justificar la instauración de la “Ley Keane” que prohíbe a los justicieros enmascarados, justificación que en el cómic no está tan clara debido a la ambivalencia que supura toda la obra. Es decir, la película, en muchos tramos, pasa a tomar partido, cosa que en el cómic nunca pasa: no juzga sus personajes.

Pero este pero no debe de nublar nuestro entendimiento: la adaptación es soberbia y fiel. Lo que me pregunto es qué le parecerá a alguien que no sabe de que va el asunto:¿tendrá demasiada información y se saturará?¿Se perderá en la traducción?.

La película da pié a muchísimas más disquisiciones, las más heredadas del cómic, si bien, habría que hacer spoilers, por lo que me voy a detener aquí, no sin antes criticar a los críticos. Los latinos decían aquello de “Traductore traditore”. Es imposible no adaptar o traducir sin traicionar al original. En este caso, se ha hecho un excelente trabajo de adaptación intentando permanecer lo más fiel posible al original. La calidad e importancia del mismo lo exigen. Por eso no entiendo porque en el 90% de las críticas que he leído, se acusa a Snyder y sus guionistas de haber permanecido demasiado fieles y, acto seguido, de haber traicionado la obra al eliminar esa ambivalencia original y parte de la ideología.¿En qué quedamos?

No entro aquí a valorar el cambio en el final de la historia, el cambio más importante (y polémico) de la película con respecto al cómic. Diré simplemente que me parece lícito, facilita de sobremanera la historia y ahorra varias líneas argumentales secundarias del todo hasta el final

Mi opinión es que han hecho un trabajo soberbio, que Hayter y Tze se merecen un oscar por haber adaptado lo inadaptable y Snyder también por haber podido imaginar y llevar a la pantalla el cómic más allá de la estética, a nivel del lenguaje. Si bien he puesto un “pero”, creo que este es menor frente a los infinitos hallazgos de la película. Por eso creo que es un producto fascinante en su extrema complejidad y un oasis en el desierto de la mediocridad actual. A pesar de lo que digan los críticos, que solo se limitan a opinar. Al fin y al cabo ¿Quién critica a los críticos?