miércoles, 19 de febrero de 2014

lunes, 3 de febrero de 2014

"El Consejero": Un extraño producto literario.



Todos conocemos proyectos que nacen muertos desde la mismísima mesa de diseño. Proyectos por los que nadie daría un duro y que, sin embargo, siguen adelante y acaban haciéndose realidad. Podemos poner como ejemplo la Cherry Cola. Las bebidas carbonatadas con sabores exóticos solo funcionan en Japón, donde cosas como la Coca-cola de pepino arrasa. Pero es que el país del sol naciente es muy peculiar para un montón de cosas. Y muchas veces, aciertan: el Kit Kat de Té verde que, en principio solo se puede encontrar allí, está delicioso. Quién lo diría. Otro ejemplo de esto que digo puede ser la línea de ropa interior desechable de BIC, que mientras escribían fino y escribían normal, sacaron unos calzoncillos de algodón de textura semejante al papel que se deshacían si sudabas un poco...

En un sentido un poco más artístico, podemos citar a toda la retahíla de megalómanos proyectos de arquitectura pública que han surgido como setas en la piel de toro en los no tan lejanos tiempos en los que estábamos económicamente boyantes.

El problema es que, muchas veces, la cosa no falla por desidia o por no ponerle ganas. Es, simplemente, que hay algo en origen que no funciona. Como pasa en el caso que nos ocupa hoy: la última película de Ridley Scott. El director inglés, de probada calidad, a pesar de ser bastante irregular, ha reunido un grupo de excelentes trabajadores para intentar sacar adelante el primer guión original del sobresaliente novelista Cormac MacCarthy. El problema es que el guión no es tal, con lo que lastra todo el proceso.

McCarthy es probablemente uno de los mejores novelistas americanos vivos. Con una producción relativamente corta para los años que lleva en activo, el lanzamiento de cada una de sus novelas es un merecido evento. Además, su relación con el cine ha sido bastante fructífera. Varias de sus novelas han sido convertidas en excelentes películas, como “No es un país para viejos”. Pero igual que digo que como novelista es excelente, no lo es como dramaturgo y/o guionista. Su obra de teatro “Sunset Limited”, un largo diálogo sobre la fe y la muerte, se sostenía por el hecho de que era corta, un solo acto, se ceñía a las tres unidades del teatro clásico y solo tenía dos personajes. Pero este no es el caso de “The Counselor”.


El caso es que la historia es puro MacCarthy. Podemos reconocer todas las constantes del autor en la película. Pero escribir un guión no es como escribir una novela. Por mucha rabia que nos dé, la estructura es esencial en el cine. Y hay ciertas constantes que, desgraciadamente, no se pueden evitar. Me diréis que en anteriores posts he defendido el romper con la estructura. En realidad, lo que yo defiendo es trascenderla, que no es lo mismo. Y para saber hacerlo, como Tarantino o los Hermanos Coen, ya que hemos hablado de “No es país para viejos”, hay que conocerla muy bien y saber cuando y como se puede hacer.

Una de las constantes que nunca se deben de romper es la estructura en tres actos. Tiene más de diez mil años de eficacia probada. Como que el hecho de que el último acto, el desenlace, debe de ser el más corto. Es donde se debe de surgir “El prestigio”, como se decía en la película homónima de Christopher Nolan: una sensación determinada que el espectador debe de tener en el momento adecuado. Quiero decir, que el espectador debe de sentir que la cosa se acaba antes de ser consciente de ello intelectualmente. El famoso suspiro en el “Ghost” del que hablaba la mayor Makoto Kusanagi en el Manga de Shirow. El problema es que las sensaciones deben de ser satisfechas, pues en caso contrario surge, indefectiblemente, la frustración. Recordad de que hablamos de algo visceral, más que cerebral (a pesar de que el cerebro es una víscera... bueno, me entendéis). En esta película, yo sentí que la cosa se acababa cuando aun faltaba casi una hora para el final. Esto hace inevitable que mis expectativas se vean truncadas. Por la suspensión en el tiempo de la resolución que mi cuerpo me estaba pidiendo. Ya sabéis que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y en los terceros actos, esto es más verdad que nunca.

Pero el principal problema es que la película es hablada. Me explico, consiste en una serie de set-pieces de duración irregular que se encuentran una detrás de otra en un ordenamiento cronológico. Solo hay un flashback para mostrarnos la escena más alucinada de la película, a Cameron Diaz tirándose un Ferrari. Tal como suena.


La mayoría de las escenas consiste en gente hablando de... cosas. Y esos diálogos son largos, densos y, la mayoría de las veces, se refieren a cosas ajenas a lo que sucede en la pantalla o a la historia en sí. Son tangenciales, lo que provoca extrañamiento en el espectador, que se siente expulsado de la historia. Está muy bien que un mafioso hortera mencione a Antonio Machado, aunque sea poco creible. Pero la posible función de esa cita en una conversación-casi un monólogo- de varios minutos queda diluido.

Y es que hay dos normas más no escritas, pero esenciales: NUNCA pongas un diálogo entre dos personajes que dure más de minuto y medio o dos minutos, a no ser que pase algo importante en el interín o uno de ellos esté dando un discurso bien estructurado (Un alegato en un juicio, por ejemplo). La otra norma es que JAMÁS hagas que un personaje diga más de 30 palabras seguidas. Parecen pocas, pero son muchas. Una columna de opinión de un periódico tiene 300 palabras. Y estos posts unas 1500.

Como esta verborrea diluiría las-escasas- escenas de acción, estas deben de ser brutales por contraste. Pero en este caso,el contraste es tan grande que parecen insertos de otras películas, a pesar de que tenga en pantalla a esos personajes tan parlanchines e intensos. Porque esa es otra: un personaje puede ser parlanchín o verborreico si ello lo hace humano, así, el personaje trasciende la historia y se le dota de personalidad. Pero en esta película los personajes solo hablan de sexo, codicia y temas muy elevados y filosóficos. Por ejemplo, sabemos que el innominado Consejero (Michael Fassbender) ama a Laura (Penélope Cruz) porque le hace el amor y se lo dice constantemente. Aunque le compra un anillo con un gran diamante, en el entorno de degradación en el que se mueven, ese acto no se puede considerar como una señal de amor. Goyo Jimenez lo dice en todos sus monólogos “no lo cuento, lo enseño”. Y eso es lo que pasa. Que lo cuentan, no lo enseñan.

Con todo esto, quiero decir que es una película fallida a nivel de guión. Que no es un guión. Hay más errores que podría citarse, pero creo que sería hacer sangre y que lo principal ya está expuesto. Que conste que, después de haber visto la película, he leído el guión, así que puedo hablar con propiedad. No es un guión.


Y no creo que el error sea de Cormac MacCarthy. No es un guionista profesional, solo un novelista que ha visto que sus obras pegan bien en el cine y lo ha querido intentar. El problema es que hay un montón de profesionales que le tendrían que haber cubierto las espaldas y haberse sentado con él para corregir estos fallos que son de orden técnico y estructural, reitero. Y esa persona probablemente debería de haber sido Ridley Scott como director. O alguno de los productores. Pero es que debe de ser muy intimidante sentarte delante de uno de los grandes para corregir su trabajo...

Más allá de lo citado, es una película excepcional. Creo que es la película donde mejor he visto a Penélope Cruz y a Cameron Díaz. Porque Bardem y Fassbender ya son sobresalientes casi siempre. Todo el mundo implicado da el 100% para intentar compensar el guión y sacar a flote la película. Y la verdad es que consiguen un producto excelente. Ya digo que las interpretaciones son excelentes (con sorprendentes cameos) , así como el trabajo de Scott. Pero también la parte más técnica, como el diseño de producción y la fotografía, totalmente deudora de la de “Breaking Bad” en tanto y cuanto se desarrolla en el mismo entorno.

La pregunta a responder es si la recomiendo o no. La verdad es que, a pesar de que es bastante decepcionante, yo la recomiendo. Ahora bien, hay que ser consciente de las peculiares circunstancias de esta película, lo que se va a ver. Lo que me da mucha pena, es que, con que alguien que sepa escribir para el cine (escribir en imágenes antes que con palabras), podría haber salido una película cojonuda...

Una pena.

viernes, 10 de enero de 2014