martes, 29 de noviembre de 2011

María Antonieta: Adolescentes en Versalles




Hoy nos vamos a retrotraer a 2007 para hablar de la penúltima de Sofía Coppola, la hijísima de Francis Ford Coppola, grande donde los haya a pesar de estar algo perdido últimamente. Estamos hablando,ya lo pone bien claro en el título del post, de María Antonieta.

Me gustaría comenzar estos comentarios quitándome de encima lo más farragoso: La polémica: En su momento, cuando se estrenó en Cannes en 2006, meses antes de su estreno comercial, la película levantó una pequeña polvareda. La principal razón era que la película resultaba  tremendamente anacrónica, lo que un determinado sector de plumillas no toleraba. La mayoría de las críticas se centraron en una escena y un breve plano. La escena es la celebración de un cumpleaños donde sonaba música actual, como “The Cure” y que tenía toda la apariencia de una Rave actual. De hecho, la fiesta acababa con la mayoría de los protagonistas algo borrachos viendo amanecer al borde de uno de los estanques de Versalles. En cuanto al plano, brevísimo, corresponde a una escena donde María Antonieta y sus damas (su “Entourage”)están probándose unos zapatos deliciosos con la misma devoción con la que Carrie Bradshaw se probaba sus Manolos. En ese plano, ya digo que brevísimo, aparecen varios zapatos apilados y, entre ellos, unas zapatillas de deporte Converse.

Sería necio negar, a la vista de estos dos ejemplos que he puesto, que la película sea anacrónica. Es cierto. Pero, ¿Hay razones para tanto revuelo?. En mi opinión, no. Y voy a explicar porqué. El cine, en general, nunca se ha caracterizado por estar muy apegado a la realidad. De hecho, desde  el mismo comienzo de este arte, los hermanos Lumiere o G. Mélières, el cine ha sido sinónimo de fantasía, ilusión... Hollywood es “la fábrica de sueños”. Es más, hasta me atrevería afirmar que en los documentales también hay una importante carga de ficción, más allá del evidente subjetivismo de los realizadores de turno. Por eso no entiendo la razón por la que cabrearse tanto con algo que es evidentemente una decisión artística y que, además, como veremos, esta lleno de simbolismo dentro de la propia película como en la carrera de la Directora-Autora.

Y sí, Sofía Coppola sí que es una creadora, ya que a lo largo de sus películas se ve una personalidad que se traduce en una serie de temas y constantes que se repiten creando algo parecido a un mensaje. Y digo “parecido” porque no es tanto un mensaje como un estado mental, una filosofía vital, un estado. No es la única de su generación, ya que Wes Anderson o Spike Jonze también han configurado su cine de esta manera. Y sí. Ya sé que son amigos, colegas e, incluso, han compartido catre. Por eso los he mencionado frente a otros ejemplos. Pero ello no es óbice para poder plantearnos el hecho de que, tal vez, podamos hablar de una escuela  con  particularidades identitarias.

Pero siguiendo, ya para terminar, hablando de la polémica, me da un poco de rabia que Scorsese pueda poner canciones de U2 en el “Gangs of New York” y nadie proteste y, en cambio, a la Coppola, lo más suave que la llaman es “Pija”. Yo creo que hay mucho de envidia y machismo. Además, creo que muchos plumillas atacan a su padre a través de ella. Y que aprovechan el lamentable miscasting de “El Padrino 3” para crucificar a ambos.

Y, es que en el fondo, la película es una escusa para que Coppola hable de sus temas de siempre: la soledad, la incomprensión, el ser y el estar frente al parecer y, ante todo, su tema estrella: la incomunicación. Aquí, la Austríaca María Antonieta no está perdida en el Tokio de los Neones. Ni en una casa ultrarreligiosa en los USA de los '60 donde no hay lugar a la auto-afirmación y mucho menos, a los picores adolescentes, como les pasaba a los protagonistas de “Lost in Translation” y “Las Vírgenes Suicidas”. María Antonieta es una joven de 16 años que es vendida para ser Reina de Francia y sellar un pacto de no agresión entre las cortes de Versalles y Viena. Una joven en un entorno más que hostil, sola, sin apoyos y con un marido que tarda siete años en consumar el matrimonio, según la película, porque, como era el Delfín ( y luego el Rey) nadie se había tomado la molestia de explicarle como se hacía. Una mujer, en definitiva, aislada pero que no por ello, deja de ser una adolescente con ganas de pasárselo bien. Como los adolescentes de todas las épocas. De ahí esa “actualización” en forma de anacronismo:  Coppola quiere transmitirnos la idea de que María Antonieta era como cualquier chica joven que se va de disco en cualquiera ciudad del mundo.

Es discutible si nos gusta el mensaje, si estamos de acuerdo con él o si esa manera de exponerlo nos parece más o menos grosero. Pero de ahí a atacar con tanta saña a la película, media un trecho. Un trecho que, lamentablemente, muchos supuestos guardianes de las esencias recorrieron en un plis-plas sin complejos. Lamentable.

Pero más allá de la polémica, tenemos que decir que es una película bonita. En cuanto a la historia pero, sobre todo, en cuanto a la estética. Imposible que no lo sea si se ha rodado en  en los escenarios reales donde transcurrió la vida de la protagonista, si bien, hay que reconocerlo reconstruidos, ya que de todos es sabido que la Revolución Francesa los dejó bastante maltrechos. Pero, hay que decirlo, esto no afecta al hecho de que se ha buscado una representación de esa época antes que la recreación con la intención, muy de Coppola Hija, de idealizar el contexto donde suceden los hechos; Que de alguna manera respondan a nuestras ideas preconcebidas con la intención de potenciar el mensaje. Y repito, con Coppola, muchas veces el mensaje va implícito en la imagen. De todos es sabido la parquedad de los diálogos de sus películas, morosas en verbalización y hechos. Lo que ha sido, también, objeto de polémica cuando ganó el Oscar a mejor guión por “Lost in Translation”... 

Me gustaría destacar, más allá de la estupenda recreación (representación) de la época, la labor de fotografía, que le da a la película, por momentos, una apariencia artificiosa que podríamos calificar como “Candy”, como de pastelería, en concordancia con la gran cantidad de repostería que sale en la película. Ambas cosas transmiten, en conjunto, transmiten un potente mensaje, describen una situación clarísimamente, aunque parece que hay miopes que no lo han cogido...También creo que hay que destacar la labor de los actores, en especial, Kirsten Dunst. La rubia, poco a poco se ha ido confirmando como una gran estrella con buen gusto a la hora de interpretar y, sobre todo, escoger sus proyectos.

Pero no todo es bueno en la película. El hecho de que se centre demasiado en María Antonieta y su cerrado y exclusivo entorno hace que la película carezca de perspectiva. Eso no tiene porqué ser malo en principio. La anterior película comentada en este blog “Un condenado a muerte ha escapado” es un ejemplo maravilloso de ello. Pero en este caso, en mi opinión, es un handicap en tanto y cuanto en la mayor parte del metraje, una vez aceptada su situación, la vida de María Antonieta carece de alicientes, de desafíos, de trabas, más allá de sus caprichos. Bastaba con incidir algo más en la que se estaba preparando en la calles de París para que la película cogiera otro brío. Aunque, es evidente, que entonces estaríamos hablando de otra película.

También creo que se han administrado mal el tiempo. No siempre es fácil de seguir el transcurso del mismo a lo largo del metraje, a pesar de intentar representarlo mediante una serie de cuadros que van siendo colgados en las paredes. Por ejemplo, los primeros días de su estancia en la corte pasan muy lentos y ocupan mucho metraje. De repente, se pega un salto y pasan varios años, un número indefinido, y el tiempo se vuelve a ralentizar con una serie de episodios en la granja de descanso, para, de repente, pasar un montón de años, en los que nacen sus hijos y la situación política degenera para precipitarse al conocido final. Pero el espectador, al menos yo, se queda algo perdido. Este es el principal defecto que le he encontrado a esta película.

No me gustaría acabar sin citar que, a falta de ver la última de las películas de Coppola, “Somewhere”, creo que su mejor película es “Lost in Translation”, mucho más equilibrada, poética y libre. Y donde se expone mejor el mundo Coppola que también se deja ver aquí.

Desde estas líneas, me gustaría defender a aquellos que tienen algo que contar y una manera particular de hacerlo; los verdaderos autores, de los advenedizos que no tienen muy claro qué es un autor. Me parece que cualquier obra realmente autoral es un riesgo, pues la probabilidad de que salga mal, de meter la pata, de pifiarla es mucho mayor. Y eso hay que valorarlo, sin ser indulgentes, pero siendo conscientes de la situación. Y ojo, quienes me leéis a menudo, sabéis que no soy un especial fan de la política de autor. Creo que ha sido (y es nefasta). También sabéis que defiendo a capa y espada a los excelentes “artesanos” que tan buenas películas nos han legado. Pero creo que los verdaderos autores, aquellos que tiene una voz propia y aportan ese factor X (llamémoslo, magia) que hacen que sus productos estén de alguna forma por encima de la media, son un bien a conservar y defender. Así sea.

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