domingo, 17 de junio de 2012

Ira de Titanes: Perseo vueve como se ha ido. En pegaso...





Ante todo, debo de decir que no pensaba comentar esta película. Como tampoco pensaba verla, después del desastre que me pareció la primera parte, como bien podéis comprobar si buceáis algo en el presente blog. Pero el caso es que, debido a distintas circunstancias, la he visto, así que, por coherencia, la comento muy brevemente, que tampoco hay demasiado que contar.

Ante todo, debo de dejar claro que no estamos hablando de mitología griega si no que de otra cosa, algo que se han sacado de la manga donde personajes que se llaman igual y comparten ciertas similitudes viven aventuras en un ambiente semejante al que describían los antiguos helenos. Quiero decir, fidelidad y/o afinidad, cero patatero. Pero bueno, me vale. La mitología ya nos la sabemos. O la podemos leer en cualquier libro. El problema es que apenas hay historia. La película se limita a ser una serie de set- pieces más o menos encadenadas que siguen la norma de tiempos y estructura establecida en los '70 y '80 para este tipo de producciones.

Zeus (Liam Neeson) se le aparece a Perseo (Un Sam Worthington tan expresivo como siempre) para que le ayude a evitar un desastre enorme que se avecina: Hades (Ralph Finnes) pretende liberar a Cronos, el padre de los dioses, de su prisión en el Tartaro. Pero el bueno de Perseo no le ayuda, pues tiene que velar por su propio hijo, tras la muerte de Io, su mujer. Así que Zeus se une a Poseidón (Danny Houston) y a su otro hijo Ares (Edgar Ramirez) para detener a Hades. Pero resulta que allí son traicionados por el dios de la guerra, que tiene cierto complejo de Edipo que pretende resolver despertando a su abuelo. Así que, arrepetido, Perseo emprende viaje a un lugar innominado de Grecia para rescatar al hijo de Poseidón, Hefesto (Tobby Kebbel) para que le ayude en su lucha contra el terrible Cronos.

Si ya la primera película era simple, esta lo es todavía más. Además, carece de demasiado sentido y coherencia. La ves, y disfrutas de lo que ves y poco más. No hay demasiada chicha que sacar. Aunque debo de vindicar que, al menos, esta vez no hay mensaje. Ninguno. Y menos el reaccionario que contenía la primera película. También se debe de destacar lo mucho que le debe esta película a Kratos y su “God of War”, así como a otros videojuegos. Por la contra, han desaparecido los personajes. Ya no hay ningún guerrero como los que interpretaban Mads Mikkelsen o Liam Cunningham en la primera parte, alguien con el que sentías cierta empatía. Intentan que el personaje de Kebbel, Hefesto, sea simpático, pero no lo logran, pues no le dan demasiada cancha ni hay oportunidad para serlo: hay demasiadas escenas de acción como para poder desarrollar mínimamente cualquier cuestión dramatúrgica. Así, el enfrentamiento familiar en la saga de Zeus queda apenas abocetada y planteada y la historia de amor, porque no podía faltar, es una mera anécdota que no tiene mucho sentido ni importancia.

Los efectos especiales están bien. Se nota que se han gastado bastantes dólares en ellos, si bien no son nada del otro jueves. En este aspecto, han trabajado más que en la primera, reciclando menos, si bien, sin ser demasiado originales tampoco.

En definitiva. Una película de serie B con actores de Serie A que se limitan a hacer un poco el canelo y cobrar sus -imagino abultados- talones. Para ver un día que estas aburrido y no tienes ganas de comerte en coco en lo más mínimo, pues a poco que pienses, estás perdido.

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