lunes, 12 de septiembre de 2011

Super 8: Back to the '80


Todos los que hemos nacido a finales de los ’70 y comienzos de los ’80 del siglo pasado tenemos un sitito en nuestro corazón cinéfilo para las películas de la Amblin, la productora de Spielberg, que nos obsequió en la década de los ’80 con joyas de cine protagonizado por jóvenes como “ The Goonies”, “The Gremlins” o “ET”. También podemos incluir en este lote otras películas como “Cuenta conmigo”, de Rob Reiner o, si nos apuramos, la trilogía de “Regreso al Futuro”.

Pero a finales de los ’80, tanto en el cine como en la sociedad se instaló el nihilismo y cierta gravedad existencial que parecía proscribir la ensoñación. No sé la razón por lo que sucedió este hecho. Yo creo que es consecuencia de la implantación del estilo de vida Neocon, inhumano, frío e inmoral, cuyas consecuencias empezamos a pagar de aquella, aunque lo duro haya llegado hace solo 3/4 años. La gente se encontró con la cruda realidad de un mundo cruelmente darwiniano, en el peor sentido de la palabra. Los jóvenes ganaban más dinero que sus padres, tenían más cosas, pero vivían objetivamente peor. El ambiente era poco dado a las ensoñaciones de estas películas juveniles, con lo que desaparecieron.

Pero eso no quiere decir que todo el mundo se rindiera al desánimo y el Grunge de Kurt Cobain. Los resistentes se limitaron a replegar velas, meterse en sus bastiones y a aguantar la tormenta, en espera de tiempos mejores. Esto llevó asociado un fenómeno paradógico: en una sociedad en la que la infancia, y todo lo que de ensoñación va implícito en ella, parecía que estaba proscrita, el mundo se llenó de Peter Panes y Campanillas. Gente que convirtió sus años mozos en el objeto de su nostalgia. Y son estos nostálgicos los que hoy en día son adultos y realizan películas.

Se ha hablado mucho de Super 8 en los medios. Para muchos, esta película es solo un ejercicio de nostalgia, un intento de recuperar el cine de Amblin y los 80. Es evidente que, como bien sabía el personaje de Adrian Veid en “The Watchmen”, la nostalgia vende por cuanto es un destilado del pasado donde solo nos quedamos con lo bueno. Después de la introducción que he escrito, no puedo negar que yo también opino que en esta película algo de explotación de la morriña de aquellos tiempos sí que hay. Pero también creo que quedarnos solo con eso sería un ejercicio epidérmico y sería minusvalorar un ejercicio loable que va más allá de la mera operación mercadotécnica.

Ante todo, y a pesar de lo que aparentan los trailers, debemos dejar claro que estamos ante una película de personajes, un “Coming age” muy interesante por cuanto tiene de crudo y por cuanto se muestra de diferentes modos y a distintos niveles según los distintos personajes y sus circunstancias. Por una parte, un accidente laboral obliga a Joe (Joel Courtney) a enfrentarse, con solo 13 años, a la muerte y a la incomprensión de los adultos, que le piden que sea un hombre, pero que no le dan pie a hacerlo, tratándolo como un niño. Pero los efectos de ese desafortunado accidente también alcanzan a terceras personas, como la inaccesible y misteriosa vecina Alice (Elle Fanning). Por otra parte, Charles (Riley Griffiths), el orondo mejor amigo de Joe, intenta escapar de la existencia caótica y estresante de su casa mediante el arte, realizando una película de Zombies donde pueda mandar y tener todo controlado. De ahí que sea un pequeño tirano, un futuro Stanley Kubrick. Como también se adivina alguna disfunción en la vida de Cary (Ryan Lee) y su manía con el fuego y las explosiones. Con esto quiero decir que hay una trabajada construcción de personajes, una sólida estructura en los personajes y sus relaciones, donde me llama la atención la importancia dada al papel del arte como válvula de escape, casi un camino de redención vital.

La película funciona a dos niveles. El primero, el íntimo, el de los chavales, sus relaciones, sus aspiraciones artísticas y como se enfrentan a la vida. El segundo, es el nivel fantástico/militar, el que comienza con el accidente de tren (muy espectacular) y que, lamentablemente, acaba copando el final de la película. Y digo lamentablemente porque el primero de los niveles funciona francamente bien, obteniéndose escenas de una increíble belleza y ternura y con una sutileza que hace tiempo que no se ve en este tipo de cine, más dado al subrayado algo vulgar. Solo voy a citar, a modo de ejemplo, la escena en la que Alice ensaya en la estación su actuación en el corto como angustiada mujer del protagonista y como expresa su verdadera angustia vital mediante las palabras que había escrito Charles, dejando a todos boquiabiertos. Fabulosa. Y de este tipo de perlas hay muchas a lo largo del metraje, lo que da una altura al film bastante superior a la media y a lo que podríamos esperar de un film de estas características.

Pero no nos podemos olvidar del componente fantástico, bien planteado y desarrollado hasta que toma el control de la película. Es cuando todo se vuelve algo confuso y precipitado, se pierde la sutilidad: la película, de repente, es más grosera y rutinaria. Esto logra eclipsar un poco las muchísimas virtudes que presentaba la película hasta ese momento. Me parece que es un poco concesión a la galería, para los que pedían algo de acción y “caña”. De todos modos, la base que sustenta esa línea argumental entronca en intenciones y estilo con la de los chavales. Es decir, los dos niveles de los que venimos hablando no son independientes. Están emparentados, al menos en su origen, lo que da coherencia al film, unidad.

Desde un punto de vista artístico, debemos decir que nos encontramos con un producto muy bien acabado y, sobre todo, ambientado. La traslación a los años ’70 del siglo pasado está muy bien lograda. Llama la atención, sobre todo, los dibujos de la ropa: esos paramecios…Formalmente, recuerda mucho al capítulo piloto de la serie de televisión “Fringe”, de la que he hablado abundantemente en este blog, dirigido también por Abrams. No podemos decir que Super 8 sea un capítulo alargado de “Fringe”, ya que ni dura más ni los medios disponibles son los mismos, pero los recursos dramáticos y ciertos efectos con las luces y recursos narrativos se pueden rastrear en las investigaciones de Olivia Dunham. También encontramos alguna referencia estilística a “Lost” y “Alias”, especialmente en las escenas de acción, como el accidente del tren y a “Felicity” en una memorable escena en un Denny’s. Abrams es un buen director, tiene personalidad y marcas de la casa muy reconocibles. Con solo 4 películas, aunque mucha tele. Por eso me llama la atención que, supuestos expertos, digan que hace seguidismo del Spielberg de la Amblin, productor de la película y ven su mano negra detrás de esta película. Más allá de los homenajes evidentes, es una película de Abrams al 100%. Me temo que los que dicen esto pecan de pura ignorancia. O que, simplemente, desconocen el trabajo de Abrams en la pequeña pantalla. Craso error. Y más en estos tiempos transmedia.

No me gustaría alargarme ni entrar en más detalle. Sería injusto para vosotros. Pero no puedo acabar este comentario sin mencionar el buen hacer de los jóvenes actores, claramente superior al de los adultos. Especialmente el trabajo de Elle Fanning. Sinceramente, no sé qué es lo que los Fanning le han dado de comer a sus hijas, porque ambas son unas actrices extraordinarias. Pronto la tendremos en la última de Coppola, “Twixt”.

El resumen es que estamos ante una de las mejores películas que Hollywood nos ha servido en lo que va de este año. Merece mucho la pena. Y sí, despierta nostalgia y, a los talluditos nos recuerda el cine de nuestra infancia. Ese que se había perdido. Reitero que su fuerte está en los personajes, que me parecen entrañables con los que es fácil identificarse, a pesar de estar en circunstancias cuando menos “extrañas”.

Ojala se hicieran más películas como esta.

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