domingo, 29 de mayo de 2011

Midnight In Paris: Woody vuelve a la ciudad de las luces



Desde hace más de 40 años, Woody Allen nos viene entregando una película al año. Lo que significa que nos ha mostrado productos de calidad variable. En mi opinión, ninguna de sus películas es objetivamente mala. Además, es indicutible que se trata de un autor en el mejor sentido de la palabra. Tiene una marca de la casa que muy apreciable y característica. Sus películas se reconocen nada más ver unas pocas escenas, aunque hay que reconocer que, desde un punto formal, esa marca de la casa nació de una manifiesta impericia como director en sus primeros trabajos.


El problema con Allen es que mucha gente ve al personaje antes que a la película. Salga o no él en la misma. Es decir, el árbol les impide ver el bosque. Por eso, no son objetivos y la película se queda en "una más del judio neoyorkino ese de las gafitas". Allen es un narrador particular como hay pocos. Podemos citar con los dedos de las manos aquellos guionistas con un estilo tan propio y definido. Y nos basta una sola mano para citar aquellos que ejercen su magisterio en varios géneros sin dejar de ser ellos mismos y manteniendo un gran nivel de calidad.


Desde que Allen dejó Manhattan y se vino a rodar al viejo continente ha encontrado nuevos temas y vías para expresar sus ideas y su modo de ver la vida, además de mejorar y madurar, a su edad, como director y guionista, abriendo su abanico de opciones temáticas, esctéticas y formales al surrealismo, la nouvelle vague y el cine de postguerra.


Lo mejor de esta película es aquello que no se puede contar, pues estropea la sorpresa. Si en el comentario de cualquier película conviene eviatar hacer spoilers, en esta hay que ser especialmente. Solo se puede decir que es una película donde París trasciende su forma de ciudad para convertirse en lo que los ingleses llaman “state of mind”, una idea, un posicionamiento vital. Eso se consigue, entre otras cosas, gracias a la fabulosa fotografía del Maestro Darius Khondji, que demuestra, otra vez su gran capacidad de crear sentimientos y sensaciones con la magia de la luz. Pero también en el excelente diseño de producción, que te transporta más que nunca en una película de Allen, y en la dedicación de los actores, muy en su papel. Destacan una excelente Marion Cotillard (¿Alguna vez ha estado mal?), un divertidísimo Adrien Brody y un petulante Michael Sheen. Es increíble lo versátil que es el actor inglés… Por cierto, Carla Bruni lo hace muy bien, mejor que muchos/as que se dicen actores…


Me gustaría entrar un poco más en detalle, pero creo que no debo. Decir que me ha gustado mucho. La he encontrado deliciosa, graciosa (que no hilarante) y muy disfrutable. Si tuviera que ponerle un pero, diría que el último acto es un poco brusco y previsible, si bien esto último es un poco consustancial a lo que se estaba narrando. Es decir, que está de acuerdo con la historia, es coherente. Por eso no lo veo tanto como un defecto como una oportunidad de mejora. Así que nos quedamos con la brusquedad.


Recomendable.

No hay comentarios: