domingo, 25 de octubre de 2009

Tarantino Comes back: Malditos Bastardos


El cine bélico ya no está de moda. Como todo relato bélico, detrás de todas las escenas de batallas, luchas y muerte, subyace la glorificación del vencedor y la exaltación de un valor como el ardor guerrero, el patriótico u otro semejante. Para ser sinceros con la historia y con nosotros mismos, más allá de lo reprobables que fueron los hechos de los nazis en los años 20, 30 y 40 del pasado siglo, nunca se ha abordado en los medios con seriedad la terrible injusticia y humillación que para el pueblo de Alemania supuso el tratado de Versalles. Los ganadores de la primera guerra mundial acogotaron a los alemanes haciéndoles carne de cañón propicia de caer en las manos de los exaltados del partido Nacionalsocialista.

Pero no nos desviemos del tema, el cine. El punto clave que marca el paso del cine bélico de la propaganda a la denuncia fue la Guerra de Vietnam. Películas como Apocalipse Now, empezaron a mostrar que la obtención de la gloria no tiene nada de glorioso y que matar a hombres trae siempre nefastas consecuencias, aunque sea en batalla. Por otra parte, empezó un movimiento fílmico que mostraba el desencanto del guerrero, al ver que, al volver a casa, el estado, la patria, no le concedía ni el reconocimiento ni el merecido “reposo” del que eran merecedores por haber luchado en su nombre. Este movimiento fílmico mostraba que en las ciudades de los USA había ya abundantes enemigos sin necesidad de irlos a buscar a lejanas selvas de países comunistas con nombres difíciles de pronunciar. Es la época donde surgieron “Easy Rider”, las películas de justicieros urbanos protagonizadas por Clint Eastwood o Charles Bronson. Incluso años después, “Acorralado”, la película donde aparecía por primera vez John Rambo, era fuertemente antibelicista.

Pero es indudable que el cine bélico tiene algo especial, que es la fascinación que a todos nos causa “el horror”, como susurraba Kurtz. Y hay pocas cosas más horribles que la guerra, el crimen, la muerte, el salvajismo y la degradación del hombre a una mera bestia rendida a su instinto de supervivencia. En definitiva; la violencia. Por eso, llamó mucho la atención que alguien como Tarantino, cuyas películas tienen fama de “violentas” decidiera hacer una película en la madre de todas las guerras: la segunda guerra mundial.

Y aquí es donde hay que empezar a hacer consideraciones:

La primera ¿Es Tarantino un director violento? La respuesta es, sin lugar a dudas, que sí. Pero no tanto como la gente cree. Dejando fuera la primera parte del Díptico “Kill Bill” por su adscripción al género “Wuxia”, las películas de Tarantino consisten en momentos de tensión que se resuelven en violentas explosiones de violencia física muy puntuales. Y esto se va acentuando cada vez más, a lo largo de las películas, llegando al colmo en la que hoy nos ocupa. Pondré un ejemplo: En Pulp Fiction, Jules Wingfield y Vince Vega entran en casa de unos chicos, unos surferos, que habían intentado robar una misteriosa maleta al gran capo, Marcellus Wallace. Empiezan hablando de Hamburguesas para pasar a hablar del porque del intento de robo. Vince y Jules recuperan la maleta con lo que sea que los chicos robaran. Pero la tensión sigue subiendo. Jules comienza a recitar la biblia: “Ezequiel, 15:20: El camino del hombre recto…” La situación, que se ha tensado mucho, acaba con un ajusticiamiento que no dura ni 3 segundos. Pero que ha dejado una marca indeleble en nuestra mente.

La segunda consideración es si “Malditos Bastardos” es una película bélica. Para mí es más bien un pseudo-western que se desarrolla “Once upon the time…Nazi Occupied France”. Están los Marshalls (El Sargento Hicock), los indios (Aldo Raine y los Bastardos), y el ambiente insano de los Spaghetti western de Sergio Leone. De hecho, el gran hallazgo del filme, el Coronel Hans Landa me parece claramente basado en los personajes que Lee Van Cleef interpreto para el Italiano en la trilogía de los dólares, especialmente “el malo” de “El bueno, el feo y el malo”.

La tercera consideración es si, en realidad, esta es una película de acción en sensu estricto. La verdad es que si se piensa fríamente, con la excepción del comienzo del 5º capítulo “La venganza de la Cabeza Gigante” toda la película se desarrolla en torno a una mesa. Son conversaciones de mesa, en donde la tensión va aumentando poco a poco y estalla con fugaz pero contumaz violencia, tal como hemos comentado anteriormente.

Creo que, llegado a este punto, lo mejor es ir exponiendo estas ideas capitulo a capítulo:

Érase una vez, en la Francia ocupada: Este capítulo nos presenta a Hans Landa, el cazador de judíos en una larga conversación de cocina con Monsieur Lapadite, un granjero francés, acusado de ocultar judíos. Es un capítulo largo y donde el idioma y los dobles sentidos cobran una importancia capital, definiendo el tono del film.
Inglorious Basterds: Aquí se nos presenta a Aldo Raine y sus chicos. Es un capítulo corto consistente en un largo flashbacks donde un soldado le cuenta a Adolf Hitler, sentados en la oficina de este en Berlín, las razones por las que salió vivo de un encuentro con “El Apache”. Nos muestra que los Basterds son bastante pacatos y simples, además de un poco salvajes.
Noche alemana en París: Se nos presenta a Shossana Dreyfus, superviviente del 1er capítulo, convertida ahora en Madame Mimmieux y la relación que esta establece, por fatal intercesión del Héroe alemán Frederick Zoller, con Goebbels y demás jerarcas nazis (Incluido Landa) a través de diversos encuentros en cafés y restaurantes.
Operation Kino: Shossana decide vengarse de los Nazis matando a Goebbels y Landa. Por su parte, los Basterds escoltan a Archie Hicock en su encuentro en un bar con un espía dentro de las tropas nazis para organizar un complot para asesinar a Goebbels en París. Este es el capítulo más largo y tenso. Su fin es abrupto y violento.
La venganza de la Cabeza Gigante: Es el capítulo más violento en tanto en cuanto que es el único que podríamos llamar “bélico”, en el que hay escenas de combate bélico, la ejecución de la Operación Kino que se planteaba en el capítulo anterior. Pero para no romper con la “rutina” de la película, el momento esencial ocurre en una tasca, lejos de la acción.

He sido parco adrede, pues creo que es interesante ir descubriendo la historia poco a poco, descodificando los diálogos, especialmente largos, complejos y excelentes. Parafraseando a Manoel de Oliveira, esta es, esencialmente, una película hablada y coral. Mucha gente quedó impresionada por el hecho de que Brad Pitt, en teoría, la estrella, solo salga en pantalla unos 20 minutos de la película, de más de dos horas.

Para no alargarme, menciono lo que, para mí, es lo mejor y lo peor:
Lo mejor:
Hans Landa, malo que entra directamente en los anales del cine, así como el actor que lo interpreta, el hasta ahora desconocido Christoph Waltz.
El estilo bufo, exageradamente Redneck, de Raine, especialmente cuando se cree que sabe hablar italiano.
La larguísima escena de “La Louisiane “, casi 30 minutos, donde la tensión se masca como el chicle
Shossanna Dreyfus y su cinéfila venganza. La belleza tranquila de Melanie Laurent.
El ucrópico y sangriento final
Lo peor:
El exceso de personajes lleva a una obligatoria esquematización de casi todos. Es una pena desperdiciarlos, se perciben bastante jugosos, además de estar interpretados por actores muy capaces.
Creo que hay cierta descompensación entre los componentes de la película. Está algo coja.
El doblaje en España: un crimen
Ciertos lazos que quedan sin explicar o insuficientemente explicados.
El ucrópico y sangriento final (¿en lo mejor y lo peor?). Pues sí…

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