domingo, 25 de octubre de 2009

Los Sustitutos


¿Sabéis? De vez en cuando da gusto que uno tenga que comerse sus propias palabras. Este es el caso. Así que considerad este post como la constatación de un cambio de opinión. La cuestión ahora es, ¿en qué cambia de opinión este hombre? Lo explico: Los que me leéis con frecuencia sabéis que, en reiteradas ocasiones he dicho que desde hace unos años hasta ahora, la ciencia ficción estaba muerta, ya que la realidad tiene la extraña manía de superarla constantemente. Además, también sabéis que debido a eso, ha perdido la capacidad de fascinación y ensoñamiento que tenía en los años 60 y 70 del siglo XX. La magia que otrora atesoraba.

Pero no es que la ciencia ficción hubiera desaparecido. Solo estaba agazapada, esperando para resurgir. Y creo que, a estas alturas del año, puedo decir que ha despertado. Espero que haya vuelto para quedarse. Para restringirnos al cine, tenemos ejemplos de sobra, desde “Distrito 9” hasta “Avatar”. Además, si consultamos un poco IMDB vemos la cantidad de proyectos que están en desarrollo en estos momentos. Tal vez no sea la ciencia ficción de otrora, pero no deja de ser lo que es. Ya sabéis; nada se crea ni se destruye, solo se transforma.

Otro ejemplo del resurgir de este género que se suma a las ya citadas, es la película que hoy nos ocupa, “The Surrogates”, traducida en España como “Los sustitutos”, una traducción cercana en significado pero que no capta todo el significado de la palabra inglesa.

La historia es sencilla; una empresa inventa unos avanzados robots personificables y controlables con la mente que actúan de alter egos y permiten a la gente hacer su trabajo a través de ellos. Usarlos se convierte en una experiencia muy cercana a la realidad. Poco a poco, se va imponiendo una paranoia social a las enfermedades, el aire libre, el prójimo, que lleva a que sean estos robots los que acaben haciendo la vida de sus usuarios, mientras que ellos se quedan en casa, asustados y degenerando a pasos agigantados. En este contexto, aparece un humano con un arma que puede destruir a los robots y, de paso, matar a su poseedor, conectado en su casa. Dos detectives del FBI se ponen a investigar a un grupo de “rebeldes” que se niegan a utilizar robots y que se encuentran marginados en una ciudad derruida. Pero el robot del protagonista, Bruce Willis, es destruido, no sin antes ver cosas que hacen que las cosas no cuadren. Por eso, decide ponerse a investigar el mismo, sin intermediarios.

La historia es clásica, el desarrollo es clásico y la película respira clasicismo por los cuatro costados: sencilla, directa, sin ambages y sin pseudofilosofía (mal en el que suele caer el género). Es un simple entretenimiento para pasar el rato que, sin embargo, desde su humildad, cuenta con varios aciertos muy interesantes. El primero es que muestra, de forma somera y como quien no quiere la cosa, un fenómeno muy real; la paranoia social que nos aflige: la gente, gracias al Internet, el chat y demás inventos, cada vez le tiene más miedo a las relaciones directas, obteniéndose una deshumanización o un desapegamiento social que algunos psicólogos empiezan a llamar “Stand Alone Complex” o complejo del aislamiento. Tal vez lo explique más en detalle en un futuro post.

Otro hallazgo interesante es que su estructura formal, tan clásica, se convierte en una virtud, al potenciar la historia, el fondo, sobre la forma. Al ser la historia tan sencilla y directa, la potencia, dando lugar a un producto de fácil consumo pero no por ello pueril. Las sencillas tesis sobre las que se sustenta quedan potenciadas, en especial, el dilema moral del protagonista. Si, después de verla, uno se queda un ratito pensando qué es lo que ha visto, ve que ni lo que te ha contado es tan sencillo como aparenta ni la historia tan inofensiva.

Pero lo mejor de la película es la falta de pretensiones, algo de lo que ando muy escaso hoy en día el cine de Hollywood. Y eso no quiere decir que la peli sea cutre. Se ve que la han trabajado, pero que querían un tipo de producto que, sinceramente, hoy en día, con la escalada de presupuestos que en los últimos tiempos se estaba estableciendo, se ve algo demodé.

Es una película entretenida, amena y agradable. Clásica en su concepción y terriblemente moderna en su historia, merece verla y pasar un buen rato. Sin mayores pretensiones.

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