sábado, 19 de enero de 2008

Los crímenes de Oxford


¿Se puede conocer la verdad?¿Es esta siempre indiscutible?¿Es la razón herramienta suficiente como para dilucidad, no una verdad, si no que La Verdad? Según Arthur Seldom (John Hurt) en esta película, la respuesta a todas estas preguntas es no. Y para afirmar tal cosa, se basa en las matemáticas. En qué si no. Supuestamente, estas son el idioma mediante el cual, Dios ha escrito el universo. Para Seldom, el profeta de lo divino no sería Jesús, si no que Wittgenstein. Pero al brumoso Oxford de Seldom llega Martin (Elijah Wood), un estudiante americano que se opondrá frontalmente a dicha teoría.

Nos encontramos ante una historia con tres niveles claramente diferenciados. El primero, el mundo real, donde un asesino se dedica a acabar con moribundos dejando junto al cadáver un símbolo que forma parte de una secuencia lógica. El segundo, es el mundo de dicha lógica, el abstracto y exacto mundo de las matemáticas y, por qué no, sus aplicaciones. El último, pero no menos importante, el de las personas. El quid del asunto está en que los tres niveles están intercomunicados, no son estancos.

Los dos protagonistas viven, pertenecen al segundo de los niveles, el ficticio mundo de la lógica, de las ideas. Y desde esta, descienden al primer nivel, el físico, para desentrañar los crímenes que suceden en el pequeño pueblo que da nombre a la universidad. Pero ese descenso al mundo físico conlleva contacto con la gente, y a la aparición de filias, fobias y, lo que es peor, sentimientos. Se convierten en seres humanos, con sus miserias y sus alegrías, que, como siempre, tienen forma y nombre de mujer, Beth (Julie Cox) y Lorna (Leonor Watling).

Esta película no es un thriller en el sentido estricto de la palabra. En estos, los protagonistas deben mancharse las manos recopilando pruebas, investigando el escenario, interrogando a la gente…es decir, deben de involucrarse. Aquí, Seldom y Martin se dedican a discutir, confrontando sus puntos de vista e ideas (nótese el predominio de primeros planos de los ojos de los dos). Ambos se limitan a permanecer al margen, comentando los toros desde la barrera, a pesar de que son conscientes de que su lugar es el centro del ruedo. Esto hace que la película se cimente en largos y complejos diálogos en los que el espectador se puede perder. Entre ellos no hay diálogos sobre pruebas o sospechas, ya que estas dependen de su interpretación, según el principio de incertidumbre de Heissemberg. Hablan de series lógicas y realidades abstractas, frente a las que se oponen la ficisidad de las muertes y de la carne femenina. Sangre y orgasmo frente a ecuación y abstracción.

Me ha parecido una película muy curiosa, fascinante en muchos momentos, inquietante en otros y confusa en los menos. Es fácil perderse en las argumentaciones de los matemáticos si no estás atento. A mi me daba la sensación de que en momentos, intentaban dármelas con queso. Me ha llamado la atención, y me ha gustado, el curioso uso de los flashbacks. Es realmente interesante el del costurero, frente al más burdo de la guerra. Así como aquel que convierte el discurso inicial, el introito de la película, en un aperitivo, una repetición del momento en el que Seldom lanza el planteamiento sobre el que pivota el argumento. Esta repetición de escenas, muy típicas en películas sobre viajes en el tiempo, es un recurso poco empleado pero poderoso si su uso es correcto. También me ha llamado la atención el falso plano secuencia que localiza a todos los protagonistas del primer asesinato en el espacio y el tiempo; es muy informativo sin ser aclaratorio.

Pero lo que más me ha llamado la atención fue la ambientación. Oxford nunca se vio tan arcaico, vetusto y agobiante. La sensación que se transmite es de decadencia, aislamiento y orfandad. Es decir, un ambiente típicamente Inglés. Kilo de la Rica es un buen fotógrafo. Ya lo había demostrado en “Lucia y el Sexo”, donde había sido el responsable de ese aire a ensueño (pesadilla? ) que tenía la película. Aquí capta muy bien el clima inglés, siempre nublado, siempre melancólico y oscuro. El problema radica en que los momentos supuestamente “ardientes” también están afectados por la climatología de las islas. Y eso que Leonor Watling nunca había estado tan carnal, a pesar de “Son de Mar”. Los directores ingleses intentan alejar esa sensación utilizando interiores muy luminosos y con colores vivos. Lorna es el único personaje que viste de colores chillones, pero no llega para dar humanidad a la situación.

Por último, destacar de nuevo la gran cantidad de primeros planos que tiene la película. Casi no hay planos americanos, que son los más acostumbrados. Destaca la grandísima cantidad de primerísimos planos que hay de las caras, especialmente la Seldom. Esto tiene un simbolismo más que claro: vas a ver la realidad como ya la veo, como yo te la cuento.

Desde el punto de vista de guión, me parece que no es redondo. Abarca demasiadas cosas, la historia lo exige, y no las puede desarrollar lo suficiente. Por ejemplo, el tercer nivel que yo mencionaba arriba, el del componente humano, está poco desarrollado fuera de la relación, que se antoja más bien sexual que amorosa, entre Lorna y Martin. Pero al final, resulta que es el nivel más importante, lo que deja la resolución de la historia algo coja. En cambio, está muy bien llevada la obsesión de los matemáticos por los números y la lógica. Pero los personajes que no son matemáticos y que también tienen cosas que decir, no están tan bien llevados. Que conste que este error es minimizado con ese duelo intelectual final de sorprendente resolución bajo el Portico de la Gloria…(¿Portico de la Gloria?, ¿En Oxford…?)

En fin. Agradable, entretenida y más que visible, si bien no mucho más. Creo que Alex de la Iglesia ha hecho mejores películas. Y es que trabajaba con material muy complicado, por lo que podemos concluir que ha cumplido mucho mejor que bien. Creo que es de los mejores autores (mirad que no digo director) que tenemos en este país. Sé que tiene entre manos hacer una película de Fu-Manchú y una adaptación de “La Marca Amarilla”, uno de los mejores cómics europeos, obra de Edgar Pierre Jacobs. Curiosamente, ambas películas también se localizarían en Inglaterra. ¿Qué verá el de Bilbao en la pérfida Albión?.

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