sábado, 20 de junio de 2009

Star Trek : Un nuevo comienzo


En numerosas ocasiones he hablado en diversos posts de este blog de la necesidad que tenemos los seres humanos de soñar. Desde la cueva hasta ahora siempre ha existido la figura del narrador de historias que hacía soñar a los demás. Estas historias podían ser épicas, como las extraordinarias aventuras de Aquiles, Ulises, Ajax en la toma de Troya o las aventuras y desventuras del Caballero Amadís de Gaula. Pero también podían ser intensos dramas, como Calixto y Melibea, Hamlet o el mercader de Venecia. A lo largo de la historia, ha ido cambiando el medio de narración, oral, escrito, dibujado y, ahora, mediante el cine, la televisión y otros medios interactivos. Pero en estos sueños siempre subyace el anhelo por la paz y el triunfo de la justicia; por la convivencia y, en el fondo, la crítica más o menos velada a la sociedad del momento.

El siglo XX se caracterizó por ser tremendamente inestable y cruento, con dos terribles guerras mundiales que arrasaron Europa y la dejaron dividida en dos bloques estancos que hacían entre ellos otro tipo de guerra, una guerra ideológica denominada “fría”, a pesar de que realmente era muy candente. En este contexto, gran variedad de autores crearon diversos tipos de distopías futuristas en las que ponían de alguna manera en tela de juicio los hechos de aquel momento. George Orwell, por ejemplo, con sus obras “Rebelión en la granja” y “1984”, donde enunciaba la figura del “Gran Hermano”, tan manido hoy en día. Pero donde la literatura se podía permitir ser directa y poco sutil, los medios icónicos de masas se tenían que limitar a insinuar más que a mostrar. Sus críticas se hicieron de forma velada en películas como “Amenaza a la tierra”, “El increíble hombre menguante” o “La invasión de los Ultracuerpos”. Si bien también existen dardos envenenados como “Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú”. En la televisión, esta crítica se tradujo en series como “The Visitors”, “The Prisioner”, “El fugitivo” o “Star Trek”.

Pues sí, la serie de 1966 planteaba una sociedad utópica, “La Federación”, donde reinaba la paz, la armonía y el buen royo entre razas y especies. Esto es evidente al ver la composición de la tripulación de la “Enterprise”: Un asiatico, Sulu, como piloto, un escocés, Scotty como jefe de máquinas, una africana, Uhura, en comunicaciones y un ruso, Chejov, como jefe de ingeniería. Todos dirigidos por un americano, Kirk, y un vulcaniano, Spock.

En esta sociedad idílica, la Federación ha solucionado los males que desde tiempos inmemoriales han asolado a la humanidad y ha extendido una especie de “Pax estelar” por diversos sistemas. Una pax mantenida mediante enormes destructores especiales, como la “Enterprise”, dedicadas a defenderla y, de paso extenderla: “bodly going where no one have been before”. Es decir, una enorme república romana interplanetaria.

La serie original duró, aunque sea difícil de creer, solo 3 años, 74 capítulos. Sinceramente, no sé si nuestra generación está facultada para valorar si la serie era buena o mala. Ha pasado a ser parte integral del ideario de muchos y su impacto sigue estando vigente ahora, en el 2009, 40 años después de su final. Supongo que esto tiene su importancia. Como la tiene el hecho de que, con la irrupción en 1977 de Star Wars naciera una especie de pique entre los treakkis y los seguidores de Star Wars, dos sagas, que si bien ambas se basan en fundamentos similares (la pax impuesta por la violencia, una federación planetaria de especies…), tienen planteamientos muy diferentes. Star trek es más una utopía futurista con vocación realista (cójase esto con pinzas) y Star Wars es una Space Opera con tintes más dramáticos, clásicos: un cuento de los que mencionaba al principio de este artículo. Por eso, yo considero que este pique es un poco absurdo, la verdad. Pero es evidente que existe.

La serie original se prolongó en una serie de continuaciones con distintas tripulaciones de diferentes naves e, incluso, una base espacial, la “Deep Space Nine”, con el citado humanitarismo interplanetario en el sustrato o ideario de todas. También se prolongó con 10 películas, de calidad muy desigual, si bien, como en la saga de James Bond, la media es francamente baja. Por eso, a la hora de replantearse una nueva película de la saga, se ha imitado a los más recientes experimentos en otras sagas y se ha vuelto a reformular casi desde cero. Y que mejor manera para hacerlo que proponer una precuela: como empezó todo. Así, los jovencitos para los que Star Trek ya no significaba nada, podrían sentirse identificados con los jóvenes protagonistas y los ya veteranos sonreirían (nos sonreiríamos) al reconocer cosas que ya vienen de antiguo.

Y que mejor manera que reiniciar la saga que contratando al moderno maestro de marionetas: JJ Abrams. El hombre que nos ha hecho perdernos en una isla caribeña donde el reloj está loco y los osos blancos campan a sus anchas. El hombre que ha llevado a Lovecraft y sus pesadillas a la Gran Manzana y ha convertido la conspiranoia en algo mundano. Un tipo sencillo y trabajador que comentó que él le prefería Star Wars. Lo que le ha dado una lejanía y objetividad, se ha permitido deconstruir la saga y extraer de ella lo esencial, al estar libre de los prejuicios e ideaqs preconcebidas del fan, si bien siendo muy fiel al mundo en el que se sumergía.

Los que hemos visto la serie original más de una vez, nos hemos encontrado con una historia que entronca con la tradición más clásica en un envoltorio de lujo, el que proporciona el dinero. Es la historias del hombre joven e impetuoso que tiene que encontrar el equilibrio para ocupar el puesto que le corresponde y aceptar la responsabilidad de ser quien debe de ser. Pero esto lo hace sin traicionar de sobremanera el nostalgico recuerdo que de aquella serie tenemos, en mi caso, asociado a los bocatas de pan bimbo con nocilla. Es importante tener en cuenta que el recuerdo nostálgico no es verdadero recuerdo, si no que nuestra propia composición, nuestro destilado, de lo que hemos visto. Por eso, es un complejo desafío satisfacer a los antiguos seguidores. En este punto, me parece importante destacar que los muy abundantes efectos especiales están al servicio de la narrativa y no al revés. Y sin embargo lucen esplendorosos en todo momento, lo que indica que los efectos especiales y las buenas historias no son tan incompatibles como creen algunos gafaspasta que hay sueltos por ahí.

La película es pura acción desde el minuto cero. Tiene uno de los comienzos más energéticos desde “Salvar al Soldado Ryan”, aunque mucho menos violento. Y se mantiene a un buen nivel durante toda la película. La historia es interesante y tiene un par de twists argumentales francamente originales, si bien un poco caóticos para el que esté despistado. Además, los personajes responden bastante bien al recuerdo que se puede tener, convenientemente actualizados a los gustos del siglo XXI. El semidesconocido Chris Pine da la talla como Kirk y mantiene el tipo frente a un sobresaliente Zachary Quinto, que se encumbra en su Spock. En este punto, tengo que decir que tal vez esperaba algo más del personaje de Eric Bana, Nero, algo desperdiciado, la verdad.

Tengo que reconocer que estaba regular de interesado de ver esta película y he salido francamente satisfecho de haberla visto. Ha sido una sorpresa bastante grata, pues tal vez sea de las mejores películas de la saga y la lleve a niveles nuevos, si bien, tiene el techo de las anteriores películas, que, recuerdo, son posteriores cronológicamente. Este problema no aparece en la nueva saga de Batman, pues allí han empezado realmente desde cero. Aquí no, esta película es claramente una precuela, como deja clarito clarito la misma película. No digo más.

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