Ante
todo, debo de decir que no pensaba comentar esta película. Como
tampoco pensaba verla, después del desastre que me pareció la
primera parte, como bien podéis comprobar si buceáis algo en el
presente blog. Pero el caso es que, debido a distintas
circunstancias, la he visto, así que, por coherencia, la comento muy
brevemente, que tampoco hay demasiado que contar.
Ante
todo, debo de dejar claro que no estamos hablando de mitología
griega si no que de otra cosa, algo que se han sacado de la manga
donde personajes que se llaman igual y comparten ciertas similitudes
viven aventuras en un ambiente semejante al que describían los
antiguos helenos. Quiero decir, fidelidad y/o afinidad, cero
patatero. Pero bueno, me vale. La mitología ya nos la sabemos. O la
podemos leer en cualquier libro. El problema es que apenas hay
historia. La película se limita a ser una serie de set- pieces más
o menos encadenadas que siguen la norma de tiempos y estructura
establecida en los '70 y '80 para este tipo de producciones.
Zeus
(Liam Neeson) se le aparece a Perseo (Un Sam Worthington tan
expresivo como siempre) para que le ayude a evitar un desastre enorme
que se avecina: Hades (Ralph Finnes) pretende liberar a Cronos, el
padre de los dioses, de su prisión en el Tartaro. Pero el bueno de
Perseo no le ayuda, pues tiene que velar por su propio hijo, tras la
muerte de Io, su mujer. Así que Zeus se une a Poseidón (Danny
Houston) y a su otro hijo Ares (Edgar Ramirez) para detener a Hades. Pero resulta
que allí son traicionados por el dios de la guerra, que tiene cierto
complejo de Edipo que pretende resolver despertando a su abuelo. Así
que, arrepetido, Perseo emprende viaje a un lugar innominado de
Grecia para rescatar al hijo de Poseidón, Hefesto (Tobby Kebbel)
para que le ayude en su lucha contra el terrible Cronos.
Si
ya la primera película era simple, esta lo es todavía más. Además,
carece de demasiado sentido y coherencia. La ves, y disfrutas de lo
que ves y poco más. No hay demasiada chicha que sacar. Aunque debo
de vindicar que, al menos, esta vez no hay mensaje. Ninguno. Y menos
el reaccionario que contenía la primera película. También se debe
de destacar lo mucho que le debe esta película a Kratos y su “God
of War”, así como a otros videojuegos. Por la contra, han
desaparecido los personajes. Ya no hay ningún guerrero como los que
interpretaban Mads Mikkelsen o Liam Cunningham en la primera parte,
alguien con el que sentías cierta empatía. Intentan que el
personaje de Kebbel, Hefesto, sea simpático, pero no lo logran, pues
no le dan demasiada cancha ni hay oportunidad para serlo: hay
demasiadas escenas de acción como para poder desarrollar mínimamente
cualquier cuestión dramatúrgica. Así, el enfrentamiento familiar
en la saga de Zeus queda apenas abocetada y planteada y la historia
de amor, porque no podía faltar, es una mera anécdota que no tiene
mucho sentido ni importancia.
Los
efectos especiales están bien. Se nota que se han gastado bastantes
dólares en ellos, si bien no son nada del otro jueves. En este
aspecto, han trabajado más que en la primera, reciclando menos, si
bien, sin ser demasiado originales tampoco.
En
definitiva. Una película de serie B con actores de Serie A que se
limitan a hacer un poco el canelo y cobrar sus -imagino abultados-
talones. Para ver un día que estas aburrido y no tienes ganas de
comerte en coco en lo más mínimo, pues a poco que pienses, estás
perdido.
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